miércoles, 16 de febrero de 2011

cuentas pendientes (IV)

(En teoría esta columna iba a ser publicada el 22/02/2011. Pero la posibilidad de querellas hacia La Voz del Tajo [Talavera de la Reina] me ha provocado que reflexione y sea yo y no el medio escrito el que asuma su contenido y sus posibles consecuencias.) Con un par.


Cuentas pendientes (IV) (y las que quedan)
El otro día me decía un exalumno marista que si no iba a hablar del ‘Hermano Fabián’, del que también él tenía desagradables recuerdos. Pues claro, hombre, cómo no hablar del peor director de un colegio de esta ciudad desde hace 40 años.
En 2º de BUP, en los Hermanos Maristas de Talavera, me tocó también esa desagradable experiencia de conocer a este 'Hermano Fabián', de cuyo fallecimiento nos hicimos eco aquí hace ya varios meses. Este de hermano tenía poco y sí mucho de férreo director del centro, además de impartirnos clases de Ciencias Naturales, lo que hoy suena tan raro como Conocimiento del Medio. Insisto en lo de lo estrambótico de los nombres. ¿Conocimiento del medio?: pues está claro, saber dónde está la mitad.
Perdón por el mal chiste.
Bien, el tal Fabián era un autoritario con más galones que muchos mariscales. No haré leña del árbol talado, tampoco yo era un ángel en aquella plena adolescencia de 1981, pero él lo era bastante menos. Él era casi un ángel caído. En el emporio de Marcelino Champagnat (creador de la organización marista) sobran muchos y faltan otros.
Lo peor de todo vino en 1982. Nunca mi padre había ido a visitar al director ni a ningún profesor por mi causa. En aquella ocasión tocó, cerca del verano, que mi padre tuviera sus más y sus menos con el hermano-capullo de Fabián, por un asunto del que nunca fui responsable pero que me impidió ir a la gran fiesta final de despedida con los compañeros de mi clase y de tantos alumnos que empezamos a recibir juntos las diversas asignaturas desde primeros de los años 70 del siglo pasado: la excursión de fin de curso. La injusticia fue tal que mis compañeros solidariamente me apoyaron en todo momento, incluso económicamente. En aquel entonces era una ilusión la despedida, un adiós mágico del que me privó este excelente hijo de su santísima madre (por no faltarle el respeto a quien trajo al mundo a tamaño capullo).
Uno de los actuales hijos adoptivos de esta ciudad que allí impartía sus clases debió sentirse culpable de haber contribuido a la vil maniobra sobre mi persona, ya que así fue y lo tengo constatado, porque, tras suspenderme en, al menos, dieciséis evaluaciones de distintas asignaturas durante la etapa regular del curso, quince me las aprobó en junio (sin que yo pusiera ningún esfuerzo en los exámenes, debido a mi desánimo) supongo que por su cargo de conciencia. Sólo tuve que asistir en septiembre a una evaluación pendiente de Latín. Aún seguimos sin hablarnos.
Al respecto de este último individuo con título de hijo adoptivo talaverano, contaré una anécdota: estábamos estudiando los calificativos en griego clásico; y este actual hijo adoptivo comentó el significado de 'bello' en la lengua de Eurípides en sus acepciones de adjetivo positivo, comparativo y superlativo: respectivamente eran 'kalos' (bello), 'kalion' (más bello) y 'kalistos' (el más bello). Como yo, por aquel entonces, y valga la inmodestia, era muy resultón físicamente, aunque no me comía un rosco, el ilustre hijo adoptivo cambió esos términos, para risa general del aula: dijo, (traduciendo después) 'kalos' (bello), 'kalion' (más bello), 'Raúl' (el más bello, aunque, como comentaba anteriormente, en esa lengua el superlativo era 'kalistos'; recuerden 'La Celestina’ y a Melibea).
Como donde las dan las toman, también le tocó explicar al ínclito lo mismo con el adjetivo 'pequeño' en ese idioma: 'mikros', (pequeño) 'meion' (más pequeño), ‘mikrótatos' (el más pequeño). Y, antes de que terminara y él dijera ‘mikrótatos’, clamé en voz alta: 'Ballesteros'. Creo que nunca me lo perdonó, aunque tampoco lo sé porque ya he dicho que no me hablo con él. Pero la clase entera se descojonó de risa.
Saldo ante los demás, en negro sobre blanco y en este espacio, e intento hacer reflexionar a aquellos profesores que cometieron injusticias flagrantes, infligieron castigos corporales y discriminaciones irracionales si tienen la conciencia tranquila.
Si así la tienen, tranquila, malditos sean.
Dentro de poco, más.

3 comentarios:

  1. Hola Raúl:
    Soy Javi García, de PUNTOXPUNTO. Me solidarizo contigo; te apoyo y, com ex-alumno de los Maristas, corroboro todo lo que has escrito en tu columna. Yo también tengo que contar, incluso también tendría para alguno que hoy día colabora en tú periódico. Un fuerte abrazo y a saldar cuentas pendientes.

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  2. Enhorabuena Raul, yo no tuve la desgracia de contar con malos profesores, al contraio siempre he estado orgulloso de ellos, y doy gracias porque lo que hoy soy se lo debo a ellos y a la educacion de mis padres.No fui a los maristas, nada mas que a envidiar sus instalaciones deportivas, ese polideportivo con cancha de parquet cuando aun no habia otro en Talavera... pero ahora leyendote no me arrpiento del mio... con el patio en la azotea y rodeado de alambradas, pero eso si.. los profesores por encima de todo salvo alguna minima excepcion ... eran personas... ah por cierto... mi colegio ya no existe... Era San Javier.

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  3. Querido amigo,
    Siempre fuisteis uno de los espíritus más rebelde e inquieto de aquella clase que aún recuerdo con añoranza. Algunos de vosotros erais mi otra familia y crecí, compartí, lloré y reí con vosotros.
    Se podrá o no compartir tus puntos de vista, pero lo que si es cierto es que siempre fuiste alguien con el que contar. Como amigo y como compañero.
    Por circunstancias profesionales he tenido que "aguantar" cierta formación con finalidad empresarial. Alguno de los ponentes resultaron ser muy buenos. Otros, un verdadero "fiasco".
    En uno de los mejores seminarios a los que tuve la suerte de asistir, el ponente resumía su concepto de empresa como "la suma de las actitudes y aptitudes de las personas que la formaban" y añadía que "el límite de fortaleza de una empresa lo marca su eslabón más débil". Como verás, todo muy obvio...
    Nunca me pareció justo que esto fuera así, aunque reconozco que es una realidad que vivimos a diario. Si en un restaurante con veinte camareros hay uno que es un borde y los diecinueve restantes son amables y profesionales, pero resulta que tengo la mala suerte que es el que me atiende ese día, probablemente no vuelva como cliente a comer allí.
    Es sólo una reflexión, un punto de vista que debemos tener en cuenta a la hora de generalizar. Y si lo hacemos, siempre resultan más fiables nuestras opiniones cuando tenemos en cuenta al "camarero borde" y al "camarero amable".
    Por lo demás, volvería a revivir aquellos años con compañeros como tu. Será la añoranza y que me estoy haciendo mayor...
    Un sincero abrazo.
    JAFG

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